APERTURA
DE LAS PUERTAS SANTAS DEL AÑO JUBILAR EN LA DIÓCESIS DE SAN SEBASTIÁN- DONOSTIA
PRIMERA APERTURA EN EL SANTUARIO DE ARANTZAZU
Hoy domingo 13 de diciembre
se inaugura en Gipuzkoa el año de
la Misericordia con la apertura de la Puerta santa por la mañana en Arantzazu y por la tarde a
las 18:00 en la Catedral del Buen Pastor.
En su homilía de esta mañana Mons. José
Ignacio Munilla ha recordado con palabras del papa Francisco que cruzar la puerta significa descubrir la
profundidad de la Misericordia del Padre.
El Obispo de San Sebastián explicaba a continuación el sentido y alcance de las Obras de misericordia en sus tres dimensiones:
las necesidades materiales; las psíquico-espirituales y finalmente las espirituales religiosas. Mons. Munilla en su
predicación recordaba que si no se
atiende a esas tres dimensiones estas obras
quedan falseadas por el reductivismo.
A continuación se recoge el texto bilingüe
Entrar
por la Puerta de la Misericordia
En la homilía
pronunciada por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro del Vaticano, al
inicio de este Jubileo de la Misericordia, escuchamos de sus labios las
siguientes palabras: “Entrar por la
puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre, que acoge a todos y sale personalmente al
encuentro de cada uno”.
Fijémonos en la
expresión: “Entrar por la puerta
significa «descubrir la profundidad» de la misericordia de Dios”. El
misterio de Dios es para nosotros tan cercano como entrañable; pero, a su vez,
inabarcable. Por mucho que hayamos
escuchado desde pequeños que Dios es amor, y que es infinitamente
misericordioso, no terminamos de percatarnos del significado de estas
expresiones. Nos vienen a la mente las palabras de san Pablo en la Carta a los
Efesios, en las que pide la luz del Espíritu Santo para que lleguemos a entender
cuál es la “anchura y la longitud, la
altura y la profundidad” (Ef 3, 18) del amor de Cristo.
Un primer paso de aproximación
hacia este misterio, lo tenemos en la invitación que Cristo nos hace a ser
misericordiosos: “Sed compasivos como
vuestro Padre es compasivo” (Lc 6, 36). En efecto, hay cosas que no pueden ser
suficientemente entendidas desde la mera teoría, sino que necesitan ser
experimentadas para ser comprendidas. Una de ellas es, sin duda alguna, la
misericordia. Nuestra meta en este Jubileo no es comprender qué es la
misericordia, sino llegar a experimentarla.
Pues bien, la Iglesia
ha concretado la invitación de Jesús a practicar la misericordia mediante las obras
de misericordia: corporales y espirituales. Las obras de misericordia
corporales son siete: visitar a los enfermos; dar de comer al hambriento; dar
de beber al sediento; dar posada al peregrino; vestir al desnudo; visitar a los
presos; enterrar a los difuntos. Por su parte, las obras de misericordia
espirituales, que también son siete, son las siguientes: enseñar al que no sabe;
dar buen consejo al que lo necesita; corregir al que se equivoca; perdonar al
que nos injuria; consolar al triste; sufrir con paciencia los defectos del
prójimo; rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Todos y cada uno de
nosotros tenemos tanta necesidad de recibir como de dar misericordia. Se trata
de algo constitutivo de la identidad y de la vocación del cristiano. Y para
ello es importante que no percibamos la misericordia de una manera parcial o
reductiva, sino en toda su integridad, tal y como la propone la Iglesia:
En primer lugar, la
misericordia abarca las necesidades más materiales y perentorias del ser humano;
pues somos de carne y hueso, y no espíritus puros, como los ángeles. Más aún,
el relato del juicio final que leemos en el capítulo 25 de san Mateo, pone en
boca de Dios la sentencia de salvación o condenación en los siguientes
términos: “Tuve hambre y me disteis –no me disteis— de comer”; “tuve sed y me
disteis –no me disteis— de beber”; “era forastero y me acogisteis –no me
acogisteis—”; “estaba desnudo y me vestisteis –no me vestisteis—”; “enfermo, y
me visitasteis –no me visitasteis—”; “en la cárcel, y vinisteis –no vinisteis— a
verme”.
En definitiva, nada de
lo que acontece al hombre es indiferente para Dios, ni lo debe ser tampoco para
nosotros. Recordemos lo que dice el discípulo amado del Señor en la primera de
sus cartas: “Si alguno que posee bienes
de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo
puede permanecer en él el amor de Dios?” (1 Jn 3, 17)
En
segundo lugar, el ejercicio de las obras de misericordia abarca también la
dimensión psico-espiritual del hombre. El cristianismo no es un espiritualismo
desencarnado, pero tampoco es un pragmatismo materialista. Como decía la beata
Madre Teresa de Calcuta: “La más terrible
pobreza es la soledad y el sentimiento de no ser amado”. Las carencias
afectivas se están revelando, en nuestros días, como una de las mayores heridas
que dificultan o imposibilitan la felicidad. Al mismo tiempo, es importante
entender que la actual emergencia afectiva, va acompañada de una emergencia
educativa. Si preocupante es la pobreza de la soledad, no lo es menos la
pobreza de la falta de sentido. Es muy significativa la insistencia de las
obras de misericordia espirituales a este respecto: “Enseñar al que no sabe; dar buen consejo al que lo necesita; corregir
al que yerra…”.
Dicho de otro modo, las
obras de misericordia no pueden limitarse a socorrer a nuestro prójimo en sus
necesidades materiales, (¡eso sería un mero asistencialismo!), sino en dar “Amor”
y “Verdad”. Ambas realidades son inseparables: el amor y la verdad. Un amor sin
verdad, es mero sentimentalismo. Una verdad sin amor es crueldad. Nuestro mundo
necesita amor en la verdad; porque el amor, o es exigente, o no es amor. Como
decía el entonces todavía Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio: “Ser corregido una y otra vez es signo de
mayor misericordia”. (Recordemos: “corregir al que yerra, dar buen consejo
al que lo necesita…”).
En tercer lugar,
todavía existe una postrera dimensión de la misericordia, cual es la dimensión espiritual-religiosa.
No en vano, la última de las obras de misericordia espirituales consiste en “rezar
a Dios por vivos y difuntos”. En el número 200 de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco
afirma: “La peor discriminación que
sufren los pobres es la falta de atención espiritual“. Y a nuestro Papa
emérito, Benedicto XVI, le gustaba repetir a los jóvenes: “Quien no da a Dios, da muy poco”.
Por ello, el Jubileo
de la Misericordia tiene en el Sacramento de la confesión un medio decisivo
para “entrar por la Puerta de la Misericordia”: acoger la misericordia de Dios,
para poder transmitirla; ya que nadie puede dar lo que no ha recibido. Solo así
podremos vivir el lema del Jubileo: “Misericordiosos
como el Padre”. Mención especial merece el testimonio de nuestro Papa
confesándose ante los ojos del mundo, y administrando personalmente el
sacramento del perdón a los fieles, allá por donde va. Así lo vimos recientemente
en su último viaje a África.
El redescubrimiento
del valor de la oración será también un importante termómetro de la intensidad
con la que vivamos el Jubileo. Precisamente, impresiona comprobar la
insistencia y tenacidad con las que el Papa Francisco nos pide que recemos por
él. Y ni que decir tiene, que esa necesidad de oración la tenemos todos. No tengamos
miedo de que nuestra oración sea una evasión; porque el verdadero orante se
encontrará con aquello de lo que huye, recibiendo la fuerza divina para
afrontar el reto de la vida en todas sus dimensiones.
“¡Que María, Madre de Misericordia, nos ponga
en el corazón la certeza de que somos amados por Dios. Que esté cerca de
nosotros en los momentos de dificultad y nos done los sentimientos de su Hijo,
para que nuestro itinerario sea experiencia de perdón, de acogida y de
caridad!” (Papa Francisco)
Os deseo a todos que
entréis por la Puerta de la Misericordia, con gran esperanza y alegría plena. ¡Feliz Jubileo de
la Misericordia!
Errukiaren atetik sartzea
Errukiaren Jubileuari
hasiera emateko ospakizunean, Frantzisko Aita Santuak, Vatikanoko San Pedro
Plazan egindako homilian, hitz hauek esan zituen: “Errukiaren atetik sartzeak
Aitaren errukiaren sakontasuna ezagutzea esan nahi du, denok onartzen baikaitu eta gutako bakoitzarekin
topo egin nahi du pertsonalki”.
Jar dezagun arreta
esaldi honetan: “Errukiaren atetik sartzeak Aitaren errukiaren ‘sakontasuna
ezagutzea’ esan nahi du”. Jainkoaren misterioa hurbila da guretzat, eta,
maitagarria; baina, aldi berean, ulertezina da. Nahiz eta guk txikitandik
entzun izan Jainkoa maitasuna dela, eta guztiz errukitsua, ezin ditugu esaldi
hauek beren sakontasun osoan ulertu. San Paulok Efesoarrei egindako Gutunean
dioena datorkigu gogora: Espiritu Santuaren argia eskatzen du, ulertu ahal
izateko “zein zabal eta luze, zein garai eta sakon den” Kristok digun
maitasuna.
Misterio honetara
hurbiltzeko lehenengo pausoa, errukitsu izatera Kristok egiten digun deia da:
“Izan zaitezte errukitsuak zuen Aita errukitsua den bezala” (Lk 6, 36). Hain
zuzen, badira gauzak teoria hutsez behar adinbat ulertu ezin direnak, baizik
eta bizi izanez bakarrik uler daitezkeenak. Horietakoa da, zalantzarik gabe,
errukia. Jubileu honetan, gure helburua ez da errukia zer den ulertzea, errukia
bizitzea baizik.
Elizak, errukia
bizitzako jokabideetan erakusteko, gorputzeko eta espirituzko Erruki-egintzak
betetzera dei egiten digu. Zazpi dira gorputzeko erruki-egintzak: gaixoak
ikustera joatea; gose denari jaten ematea; egarri denari edaten ematea; erromesak
etxean hartzea; biluzik dagoena janztea; espetxean direnak ikustera joatea;
hildakoei lur ematea. Espirituzko erruki-egintzak ere zazpi dira: ez dakienari
erakustea; behar duenari kontseilu ona ematea; gaizki egin duena zuzentzea;
irainak egin dizkigunari barkatzea; triste dagoena kontsolatzea; besteen
akatsak pazientziaz jasatea; bizien eta hildakoen alde Jainkoari otoitz egitea.
Denok eta gutako
bakoitzak dugu, bai errukia besteengandik jasotzearen beharra, baita gu
errukitsu izatearen beharra ere. Kristau-izatearen eta kristau-bokazioaren
berezko osagaia dugu hori. Horregatik garrantzizkoa da, errukia era zatikatuan
edota murriztuan ez ulertzea, bere osotasunean baizik. Honela adierazten digu
hori Elizak:
Lehenengo eta behin,
errukiak pertsonaren behar material premiazkoenei begiratzen die; izan ere,
hezur-mamizkoak gara, ez aingeruak. Hain zuzen, San Mateoren Ebanjelioko 25.
atalean datorren azken juizioko kontakizunak Jainkoaren ahotan jartzen du
salbamenaren edota kondenazioaren epaia,
aipamen hauek eginez: “gose nintzen, eta jaten eman zenidaten/ edota ez
zenidaten jaten eman”, “egarri nintzen, eta edaten eman zenidaten/edota ez
zenidaten edaten eman”, “arrotz nintzen, eta etxean hartu ninduzuen/edota ez
ninduzuen etxean hartu”, “biluzik nengoen, eta jantzi egin ninduzuen/edota ez
ninduzuen jantzi”, “gaixorik nengoen, eta ni ikustera etorri zineten/edota ez
zineten etorri ni ikustera”, “espetxean nengoen, eta ni ikustera etorri
zineten/edota ez zineten etorri ni ikustera”.
Azken batean,
Jainkoarentzat ez da axolarik gabeko kontua gizakiari gertatzen zaionik ezer,
eta gizakiarentzat ere ez du axolarik gabea izan behar. Gogora dezagun, Jaunak
bereziki maite zuen Ikasleak bere lehenengo gutunean dioena: “Norbaitek lurreko
ondasunak izan eta, senidea beharrean ikusirik, bihotza ixten badio, nola
iraungo du harengan Jainkoaren maitasunak?” (1 Jn 3, 17).
Bestalde,
erruki-egintzak betetzeak gizakiaren alderdi psiko-espiritualari ere begiratzen
dio. Kristautasuna ez da hezur-mamizrik gabeko espiritualismoa, baina ezta
pragmatismo materialista ere. Kalkutako Teresa dohatsuak zioen bezala:
“Bakardadea eta maitatua ez izatea da pobretasunik larriena”. Maitasun-gabezia
da, gure aldi honetan, zoriontsu izatea eragozten edota zaildu egiten duen
zauririk larrienetakoa. Aldi berean, garrantzitsua da ulertzea, oraingo
maitasun-gabezia larri hori heziera alorreko gabeziarekin lotua dagoela.
Kezkagarria da, beraz, bakardadearen pobretasuna, baina are kezkagarriagoa da
bizitzari zentzurik ez aurkitzea. Oso esanguratsua da espirituzko
erruki-egintzek gai honi buruz azpimarratzen dutena: “Ez dakienari erakustea;
behar duenari kontseilu ona ematea; gaizki egin duena zuzentzea…”.
Beste era batera
esanda, erruki-egintzak ezin dira mugatu gure lagun hurkoari bere behar
materialetan laguntzera bakarrik (hori sorospen-lana egite hutsean geldituko
litzateke!), baizik eta “Maitasuna” eta “Egia” ematea esan nahi du. Bi gauza
hauek, maitasuna eta egia, elkarrengandik bereizezinak dira. Egiarik gabeko
maitasuna sentimendu hutsean geldituko litzateke. Eta maitasunik gabeko egia
ankerkeria da. Oraindik Buenos Aireseko Gotzainburu zela, Jorge Mario Bergogliok zioen bezala: “Behin eta
berriz zentzatua edo zuzendua izateak erruki handiagoa erakusten du” (gogora
dezagun: “gaizki egin duena zuzentzea, behar duenari kontseilu ona ematea…”).
Bada, azkenik,
errukiaren hirugarren alderdi bat: errukiari dagokion alderdi espirituala eta
erlijiosoa. Hain zuzen, espirituzko azkeneko erruki-egintza “Bizien eta
hildakoen alde Jainkoari otoitz egitea” da. “Evangelii gaudium” Aholku Hitz
Apostolikoan, Frantzisko Aita Santuak hau dio 200. zenbakian: “Behartsuek
jasaten duten bazterketarik larriena espirituzko arretarik eza dela”. Eta
Benedikto XVI.a gure Aita Santu ohiak esaten zien gazteei: “Jainkoa maite ez
duenak oso gutxi maite du”.
Horregatik, Errukiaren
Jubileuak aparteko baliabidea eskaintzen du Aitortzako sakramentuan “errukiaren
atetik sartu” ahal izateko: Jainkoaren guganako errukia onartzeko aukera ederra
ematen digu, guk besteak erruki izateko; izan ere, inork ez dezake hartu ez
duenetik eman. Horrela bakarrik bete ahal izango dugu Jubileuko goiburuak
dioena: “Errukitsu Aita bezala”. Aipamen berezia merezi du gure Aita Santua,
joaten den lekuetan, mundu guztiaren aurrean, aitortzako sakramentua hartzen
eta berak fededunei barkamenaren sakramentua ematen ikusteak. Horrela ikusi
genuen Afrikara egin berria duen ibilaldian.
Otoitzaren balioa
berriro aurkitzea ere neurgailu garrantzitsua izango da, Jubileua nolako
sakontasunez bizi dugun ikusteko. Hain zuzen, deigarria egiten da, Frantzisko
Aita Santuak beraren alde otoitz egiteko behin eta berriz egiten digun eskaria.
Eta ez dago esan beharrik, denok dugula otoitzaren beharra. Ez dezagun otoitza
iheskeria izango den beldurrik izan; egiazko otoitz-egileak ihes egin nahi dion
arazoarekin topo egingo baitu; baina Jainkoaren indarra emango zaio, bizitzak
jartzen dizkion erronkei alde guztietatik aurre egiteko.
“Errukiaren Ama dugun
Andre Mariak, eman dizaegula bihotzean Jainkoak maite gaituen ziurtasuna. Gure
inguruan egon dadila une zailetan eta eman diezagula bere Semearen sentipen
berberak izatea, Jubileuko gure ibilaldi hau barkamen-, onarpen- eta
karitate-esperientzia izan dadin!” (Frantzisko Aita Santua).
Errukiaren atetik
itxaropenez eta pozez beterik sartzea opa dizuet guztioi. Errukiaren Jubileu
pozgarria izan dezazuela!
(Informó: Rafael Hernández
Urigüen. Textos facilitados por la Delegación de MCS de la Diócesis. Imágenes: Rafael Hernández Urigüen)
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