sábado, 28 de marzo de 2020

CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE BILBAO CON MOTIVO DE LA PANDEMIA










CERCANÍA DE MONS. ICETA Y MONS SEGURA CON TODAS LAS VÍCTIMAS DEL CORONAVIRUS 

Mons, mario Iceta y mons. Joseba Segura han publicado el sábado 28 de marzo su carta "Paz a vosotros" como muestra de solidaridad con todas las personas afectadas por la pandemia

Esta es la nota enviada por la Delegación de MCS de la Diócesis


Los obispos de Bilbao publican una Carta Pastoral de aliento y ánimo con motivo de la pandemia

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El obispo de Bilbao, Mons. Mario Iceta y su auxiliar, Mons. Joseba Segura, han escrito su primera Carta Pastoral conjunta “en estos momentos de extrema dureza” con la que quieren dirigir a la Diócesis unas palabras de ánimo y esperanza”

Esta situación, dicen en su texto, “revela la vulnerabilidad de la propia condición humana y también la fragilidad de nuestras estructuras sociales y económicas, pero también muestra cómo el ser humano se crece ante las dificultades y es capaz de entregarse decididamente al servicio de los demás con gran creatividad, solidaridad y capacidad de sacrificio, venciendo y superando los problemas y desafíos que le atenazan”. Pastoral completa: aquí
Mons. Iceta y Mons. Segura agradecen la tarea que, desde las comunidades cristianas, sacerdotes, diáconos, miembros de vida consagrada y laicos, se está realizando “para seguir muy de cerca la situación de los fieles y atenderles en sus necesidades materiales y espirituales” y en estos duros momentos los obispos quieren dirigir una palabra particular “de aliento y ánimo” a las personas mayores y a quienes viven en residencias, “entre ellos, a nuestros sacerdotes mayores. No os sintáis solos ni os dejéis vencer por el miedo, la angustia o la sensación de inseguridad. A pesar de las dificultades presentes y las evidentes limitaciones en muchos campos, estamos procurando poner los medios a nuestro alcance para atenderos lo mejor posible. Queremos agradecer el desgaste de vuestras vidas en favor nuestro y ahora queremos mostraros nuestro afecto y reconocimiento con el cuidado y la atención que merecéis”.

 
Los obispos en su carta ponen en valor la labor de los diversos organismos diocesanos “que siguen trabajando de modo diferente pero activo”, así como el de otros organismos y asociaciones públicas y privadas de fieles que “contribuyen en la medida que pueden a aliviar esta situación".
 
Los prelados señalan que, merecen especial atención los equipos de pastoral de la salud y los presbíteros que estos días se desviven para atender a los enfermos, familiares y profesionales sanitarios, tanto en el ámbito hospitalario, como en residencias y domicilios. De modo particular, la unción de los enfermos, la oración constante y atención a los moribundos, los fallecidos y sus familias, constituyen un torrente de gracia, consuelo y esperanza para ellos”  En su texto no se olvidan de los monasterios de vida contemplativa “constituyen el pulmón espiritual de la diócesis”.

 
Envían suagradecimiento profundo a los profesionales sanitarios, voluntarios, bomberos, cuerpos y fuerzas de seguridad, servicios públicos, personas, asociaciones e instituciones volcadas en atender a los enfermos, a sus familias y a la población en general. 


El agradecimiento también para quienes desde su responsabilidad política, económica, empresarial, laboral y social procuran hacer frente a esta situación, mediante la adopción de medidas que ayuden a todos a superar la crisis sanitaria y sus consecuencias familiares, económicas, laborales y sociales. También reconocen la labor de los medios de comunicación en su tarea informativa y a todas las entidades y personas que posibilitan el abastecimiento y suministro de los servicios necesarios. 



Mons. Iceta y Mons. Segura oran por los difuntos “profesando nuestra fe en la comunión de los santos y en la vida eterna. Es duro –reconocen- ver partir a nuestros seres queridos sin haberles podido acompañar ofreciendo el consuelo personal y familiar que hubiéramos deseado. Cada día estamos celebrando la Eucaristía por quienes fallecen y sus familiares. Aunque no hayáis podido organizar la Misa exequial, nosotros la celebramos cada día por vosotros. Dios nunca nos abandona.”


 
En la Carta Pastoral agradecen de forma particular a las familias “que en tiempo de crisis se revelan como espacio humano primordial y fundamental, donde siempre encontramos cobijo, consuelo y protección y donde aprendemos a servir generosamente a los demás. Las consecuencias familiares, sociales y económicas de esta alarma sanitaria están ya ante nosotros en forma de crisis económica y social, constituyendo un nuevo desafío que debemos afrontar con magnanimidad y generosidad”.

 
Semana Santa

Los obispos de Bilbao despiden su carta refiriéndose a la Semana Santa “queremos disponernos a participar profundamente en el misterio de la muerte y resurrección del Señor. Lo haremos desde nuestros hogares, como Iglesia doméstica que se reúne en familia, sabiendo que Dios se presenta en medio de nosotros, aunque estemos con las puertas cerradas, para mostrarnos sus manos y costado, y traernos la paz y el don del Espíritu”. Anuncian que se retransmitirán los oficios a través de los medios de comunicación, y animan a participar en ellos en familia desde el hogar. También dan a conocer que los calendarios de celebraciones litúrgicas en el tiempo de pascua, tanto de la diócesis, como de las parroquias y comunidades, deberán ser ajustados en la medida en que se modifiquen las restricciones actuales.

LA CARTA

 
 “Paz a vosotros”
Carta pastoral con motivo de la pandemia
Muy queridos hermanos y hermanas.



1. “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn 20, 19-20). En la noche de la angustia, el miedo y el desconcierto, estando con las puertas de la esperanza y de la vida cerradas, Jesús se presenta mostrando las heridas de nuestra humanidad que Él mismo ha asumido. Expone sus heridas que son las nuestras, las de nuestros enfermos y moribundos; con las puertas cerradas, que evoca la actual situación de confinamiento, que es signo para muchos de incertidumbre y desesperanza. Ante unos discípulos atemorizados, superados por las circunstancias… les muestra las manos y el costado y les dice: “Paz a vosotros”.


2. En estos momentos de extrema dureza, quisiéramos dirigiros unas palabras de ánimo y esperanza. Esta situación revela la vulnerabilidad de la propia condición humana y también la fragilidad de nuestras estructuras sociales y económicas. Pero también muestra cómo el ser humano se crece ante las dificultades y es capaz de entregarse decididamente al servicio de los demás con gran creatividad, solidaridad y capacidad de sacrificio, venciendo y superando los problemas y desafíos que le atenazan.


3. Quienes formamos parte del Pueblo de Dios hemos asumido esta situación con responsabilidad y esperanza; hemos puesto en práctica las medidas de protección dispuestas por las autoridades competentes; acogemos con serenidad las medidas extraordinarias que hemos debido adoptar, entre las que se encuentra la dolorosa imposibilidad de acceder a la celebración pública de la Eucaristía; y queremos vivir generosamente la caridad hacia todos, que se muestra en el cuidado y la entrega a las personas que nos rodean, a las familias, a los ancianos y enfermos, a los necesitados y en todos los ámbitos en los que tenemos mucho que aportar. La escucha atenta de la Palabra de Dios, y la oración personal y familiar sostienen nuestro camino, nos llenan de fortaleza y paciencia y nos impulsan a salir de nosotros para pensar en los demás y entregarnos sin reserva. La comunión de los santos nos asegura la vinculación a la
Eucaristía, pan de vida y sacramento de caridad y unidad, que siguen celebrándose en la diócesis, parroquias y comunidades.


4. Agradecemos vivamente la tarea que, desde las comunidades cristianas, sacerdotes, diáconos, miembros de vida consagrada y laicos, estáis realizando para seguir muy de cerca la situación de los fieles y atenderles en sus necesidades materiales y espirituales. El estar en contacto constante con ellos, mostrar la disponibilidad para lo que pudieran precisar, orar por ellos y ofrecer la Eucaristía, detectar carencias para aliviarlas y atender a los más vulnerables están siendo vuestro desvelo cotidiano. Gracias por vuestra generosidad en la entrega. Recordad que, en palabras de San Juan de la Cruz, “el alma que anda en amor ni cansa, ni se cansa, ni descansa”.


5. Quisiéramos dirigir una palabra particular de aliento y ánimo a las personas mayores y a quienes viven en residencias. Y entre ellos, a nuestros sacerdotes mayores. No os sintáis solos ni os dejéis vencer por el miedo, la angustia o la sensación de inseguridad. A pesar de las dificultades presentes y las evidentes limitaciones en muchos campos, estamos procurando poner los medios a nuestro alcance para atenderos lo mejor posible. Queremos agradecer el desgaste de vuestras vidas en favor nuestro y ahora queremos mostraros nuestro afecto y reconocimiento con el cuidado y la atención que merecéis. Aunque no sea posible en muchos casos la presencia física habitual, porque genera un peligro de contagio que pone en riesgo vuestra salud, estas letras quieren mostraros nuestra cercanía, apoyo y agradecimiento.


6. Los diversos organismos de la curia diocesana siguen trabajando de modo diferente pero activo. La delegación de anuncio y catequesis está identificando y publicando los materiales adecuados para continuar los procesos de iniciación cristiana y de formación en diversos ámbitos. La delegación de caridad y justicia ha reforzado su actividad junto con Caritas en todos los ámbitos de pobreza, vulnerabilidad y exclusión. La delegación de Liturgia está posibilitando la presencia en los hogares de las celebraciones litúrgicas junto al departamento de comunicación que se multiplica para acrecentar la cercanía entre nosotros y con la sociedad.


7. Otros organismos y variadas asociaciones públicas y privadas de fieles contribuyen en la medida que pueden a aliviar esta situación. El Instituto Diocesano de Teología y Pastoral ofrece materiales diversos en el campo de la formación y la espiritualidad; y el Centro diocesano de orientación familiar Lagungo pone a disposición de quienes los necesiten sus recursos de escucha y atención psicológica. Los centros educativos diocesanos y la Escuela Universitaria de Magisterio BAM mantienen su actividad on-line prestando atención continua al alumnado. Todas las instituciones diocesanas realizan su contribución formando, junto a otros organismos, asociaciones e instituciones, una red consistente y eficaz, capaz de aliviar, al menos en parte, el dolor y daño generados por esta pandemia.


8. Merecen especial atención los equipos de pastoral de la salud y los presbíteros que estos días se desviven para atender a los enfermos, familiares y
profesionales sanitarios, tanto en el ámbito hospitalario, como en residencias y domicilios. De modo particular, la unción de los enfermos, la oración constante y atención a los moribundos, los fallecidos y sus familias, constituyen un torrente de gracia, consuelo y esperanza para ellos. Sois, junto con los profesionales plenamente entregados a su tarea, ungüento de Cristo que se derrama para aliviar y curar las heridas. También es necesario reconocer la labor de las congregaciones religiosas que continúan prestando ayuda eficaz, con corazón y afecto, a enfermos, familias empobrecidas, personas sin hogar, excluidos y descartados.


9. No quisiéramos olvidar a los monasterios de vida contemplativa. Constituyen el pulmón espiritual de la diócesis. Con su vida entregada presentan al Padre las heridas del Cuerpo de su Hijo para que el Espíritu Santo consolador, fuente de amor y misericordia, nos sostenga en estos tiempos recios para ser presencia del amor de Dios que genera entre nosotros relaciones nuevas de fraternidad y servicio.


10. Nuestro agradecimiento profundo a los profesionales sanitarios, voluntarios, bomberos, cuerpos y fuerzas de seguridad, servicios públicos, personas, asociaciones e instituciones volcadas en atender a los enfermos, a sus familias y a la población en general. El agradecimiento también para quienes desde su responsabilidad política, económica, empresarial, laboral y social procuran hacer frente a esta situación, mediante la adopción de medidas que ayuden a todos a superar la crisis sanitaria y sus consecuencias familiares, económicas, laborales y sociales. También nuestro reconocimiento a los medios de comunicación en su tarea informativa y a todas las entidades y personas que posibilitan el abastecimiento y suministro de los servicios necesarios.


11. Oramos por los difuntos profesando nuestra fe en la comunión de los santos y en la vida eterna. Es duro ver partir a nuestros seres queridos sin haberles podido acompañar ofreciendo el consuelo personal y familiar que hubiéramos deseado. Cada día estamos celebrando la Eucaristía por quienes fallecen y sus familiares. Aunque no hayáis podido organizar la Misa exequial, nosotros la celebramos cada día por vosotros. Dios nunca nos abandona. Nos envió a su Hijo que asumió nuestra naturaleza frágil y vulnerable para que en Él tuviéramos vida en abundancia. El miedo de los discípulos que estaban con las puertas cerradas es vencido por la presencia de Cristo que muestra sus heridas ya sanadas. Contemplar esas heridas nos llena, como a los discípulos, de paz y esperanza. Sopló sobre ellos y les donó el Espíritu Santo, que renueva el universo y genera entre nosotros relaciones nuevas, fundamentadas en el amor y la misericordia. Como en la visión de los huesos secos de Ezequiel (cf. Ez, 37), tras esta realidad devastadora a causa de la pandemia, el Espíritu sanará y hará resurgir la vida donde había desolación y llanto. Este Espíritu convoca de modo misterioso pero real a la Iglesia y a toda la humanidad a reconstruir, edificar y renovar todos los ámbitos donde se desenvuelve la vida humana.


12. Un agradecimiento particular a las familias que en tiempo de crisis se revelan como espacio humano primordial y fundamental, donde siempre encontramos cobijo, consuelo y protección y donde aprendemos a servir generosamente a los demás. Las consecuencias familiares, sociales y económicas de
esta alarma sanitaria están ya ante nosotros en forma de crisis económica y social, constituyendo un nuevo desafío que debemos afrontar con magnanimidad y generosidad. Las profundas heridas que está dejando esta pandemia en el tejido social requerirán esfuerzos ulteriores por parte de todos con vistas al bien común y la protección y ayuda de modo particular a las personas y familias más vulnerables.


13. Se acerca la Semana Santa y también queremos disponernos a participar profundamente en el misterio de la muerte y resurrección del Señor. Lo haremos desde nuestros hogares, como Iglesia doméstica que se reúne en familia, sabiendo que Dios se presenta en medio de nosotros, aunque estemos con las puertas cerradas, para mostrarnos sus manos y costado, y traernos la paz y el don del Espíritu. Él trasciende todas las limitaciones y actúa más allá de nuestros condicionamientos de espacio y tiempo. Retransmitiremos los oficios a través de los medios de comunicación, y os animamos a participar en ellos en familia desde vuestros hogares. Os invitamos a vivirlos en espíritu de conversión, oración y agradecimiento, renaciendo interiormente en el misterio pascual de Cristo que renueva toda la humanidad y nos renovará profundamente haciéndonos resurgir de esta situación tan dolorosa. En la Misa crismal consagraremos el santo crisma y los óleos; pero la renovación de las promesas sacerdotales la pospondremos a la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Los calendarios de celebraciones litúrgicas en el tiempo de pascua, tanto de la diócesis, como de las parroquias y comunidades, deberán ser ajustados en la medida en que se modifiquen las restricciones actuales.


14. Queridos hermanos y hermanas. Queremos transmitiros nuestra admiración y agradecimiento por vuestro esfuerzo y constancia, y animaros a seguir con paciencia y fortaleza. Que no decaigamos en la actitud responsable y el servicio constante a los demás. Que la presencia de Cristo muerto y resucitado nos mueva a entregarnos cada día, con ilusión y creatividad, siendo sembradores de esperanza, sirviendo a todos en la edificación de una humanidad fraterna según el corazón de Dios. Que la Virgen María, con su amor materno, nos acompañe y sostenga en esta tarea. Con gran afecto.


Bilbao, 29 de marzo de 2020


V Domingo de Cuaresma


+ Mario Iceta Gabicagogeascoa + Joseba Segura Etxezarraga
Obispo de Bilbao Obispo Auxiliar de Bilbao


Informó: Rafael Hernández Urigüen, Redactor de Palabra en Donostia, San Sebastián.
Textos e imágenes facilitados por la Delegación de MCS de la Diócesis




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